La Angina de Pecho se caracteriza por la falta de aporte de sangre y oxígeno al corazón a través de las arterias coronarias.
La prevalencia de angina crónica en Europa es superior a 30.000 casos por millón de habitantes (en Lugo afecta a más de 12.000 pacientes), lo que constituye un problema sanitario de primer orden.
Los síntomas de esta enfermedad son, la aparición de un dolor opresivo (“como un peso”) la parte central del tórax, que no se modifica con los movimientos ni con la respiración, y que puede extenderse hacia el brazo izquierdo, el cuello, la mandíbula, los hombros o a la espalda, acompañándose en ocasiones de sudor frío y malestar general. El dolor suele ser de intensidad progresiva y habitualmente suele durar menos de 20-30 minutos. A diferencia del infarto de miocardio, el dolor torácico desaparece de forma espontánea cuando cesa la situación que provocó la angina y con la administración de un medicamento que dilata las arterias coronarias como es la nitroglicerina.
La angina de pecho suele aparecer en situaciones en las que el corazón aumenta su trabajo como el ejercicio físico y el estrés, entre otras. En ocasiones los síntomas de angina pueden aparecer en reposo recibiendo el nombre de angina de reposo.
Desde un punto de vista clínico se divide en dos grandes grupos: 1) la angina de pecho crónica estable, desencadenada por el ejercicio y el estrés, 2) la angina de pecho inestable (aquellos casos en los que los síntomas aparecen en reposo, son prolongados o no ceden con el tratamiento vasodilatador con nitroglicerina).
La causa principal de la angina de pecho es la enfermedad arteriosclerótica de las arterias coronarias. Es un proceso patológico caracterizado por la acumulación de colesterol, células inflamatorias y colágeno en la pared de las arterias, formando las placas arteroscleróticas. Estas producen una estrechez progresiva de las arterias coronarias reduciendo la cantidad de sangre que pasa a su través y llega al músculo cardiaco (miocardio).
Los factores de riesgo cardiovascular son los responsables del desarrollo de la arteriosclerosis coronaria: el tabaquismo, la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, el aumento del colesterol, la edad avanzada y la obesidad-sedentarismo. Su control es básico en el tratamiento de la angina: 1) no fumar, 2) actividad física moderada de forma regular, 3) control del peso 4) dieta cardiosaludable a base de frutas, verduras, cereales y pescados, con reducción del consumo de grasas saturadas y colesterol, reducción de azúcares y sal.
Todos los pacientes con angina de pecho deben tomar un fármaco antiagregante plaquetario (ácido acetil salicítico a una dosis de 100 mg al día) para evitar la formación de trombos en el interior de las arterias coronarias. Los fármacos que mejoran los síntomas son los betabloqueantes que reducen el consumo de oxígeno del miocardio, los nitratos, que son vasodilatadores coronarios (pueden administrarse por via oral, transdérmica en forma de parches y sublingual durante las crisis) y los antagonistas del calcio.
Deben controlarse de forma estricta las cifras de colesterol con el uso de estatinas. En los pacientes hipertensos las cifras de presión arterial deben mantenerse por debajo de 140/90 mmHg, añandiéndose al tratamiento fármacos antihipertensivos como IECAS o ARA-II.
Los pacientes con enfermedad coronaria severa o clínica incontrolable con el tratamiento farmacológico deben ser sometidos a revascularización coronaria.
Esta puede realizarse por dos técnicas diferentes: 1) revascularización coronaria percutánea mediante cateterismo cardiaco (angioplastia y stent coronario), 2) cirugía cardiaca mediante bypass coronario. El tipo de revascularización se realizará dependiendo de las características clínicas de cada paciente.
Dr. Carlos González Juanatey
Jefe de Servicio de Cardiología
Hospital Universitario Lucus Augusti