Se trata de una intervención quirúrgica en donde se sustituye el corazón del paciente por el corazón de un donante que acaba de fallecer por causas no cardiacas (habitualmente problemas cerebrales, traumatismos).
El primer trasplante cardiaco realizado en humanos tuvo lugar en 1964, procedía de un chimpancé, pero no funcionó. El primer trasplante realizado de humano a humano se realizó a principios de diciembre del 1967 en Ciudad del Cabo, por el Dr. Barnard, el paciente vivió 18 días más y murió de neumonía.
En España, el primer trasplante cardiaco se realizó el 18 de septiembre de 1968 en el Hospital La Paz de Madrid por el Dr Martínez Bordiú, el enfermo murió en pocas horas. En mayo de 1984 en el Hospital de Santa Creu i Sant Pau, los Drs. Caralps y Oriol Bonín trasplantan el corazón a un paciente que sobrevive, pasados 9 meses fallece por rechazo. Según el Registro Español de Trasplante Cardiaco, desde 1984 a finales de 2012 se han realizado 6.775 trasplantes cardiacos en nuestro país.
El trasplante cardiaco se plantea como una opción terapéutica para aquellos pacientes, con una enfermedad cardíaca severa e irreversible que le impide llevar una vida aceptable, con muchos síntomas, que no responden al tratamiento habitual y no hay posibilidad de realizar otra intervención.
El problema es que no hay corazones para todos los que lo necesitan. Esto obliga a seleccionar mucho a los pacientes que puedan beneficiarse de este tratamiento. Suelen ser pacientes jóvenes o de mediana edad, habitualmente de menos de 65 años, con una enfermedad cardíaca grave pero con pocas comorbilidades, es decir, que no tengan otras enfermedades severas o condiciones que puedan hacer que una vez trasplantado, el paciente evolucione de forma desfavorable. De nada sirve poner un corazón a un paciente que tiene un mal pronóstico vital por otra enfermedad como pudiera ser un cáncer, por ejemplo. No son sólo excluyentes algunas enfermedades. El paciente que recibe un corazón debe ser lo suficientemente disciplinado y responsable como para cuidarlo, y así personas con inestabilidad emocional, adicción al alcohol, tabaco o drogas, o simplemente los que no cumplen correctamente el tratamiento, pueden ser rechazados para recibir un órgano.
Pese a realizar una selección estricta de pacientes receptores, el 20% de los incluidos en la lista de espera no llegan al trasplante.
También se seleccionan los corazones de los donantes: suelen ser personas jóvenes (<50 años) fallecidos en situación de muerte cerebral, sin traumatismo cardíaco ni enfermedad cardiaca conocida, sin infección ni neoplasia activa y con compatibilidad sanguínea ABO con el posible receptor.
El trasplante cardiaco es una técnica con una mortalidad relativamente elevada pero asumible ya que el paciente no tiene otra alternativa y la esperanza de vida es corta.
El tratamiento básico tras un trasplante cardiaco son los fármacos inmunosupresores (corticoides, azatioprina, ciclosporina, anticuerpos antilinfocitarios). El sistema inmune de nuestro cuerpo va a reaccionar atacando al nuevo corazón que no reconoce como propio y va a ser el responsable del rechazo y fracaso del mismo. Para evitar esta respuesta se inicia tratamiento con estos fármacos que intentan debilitar este sistema, “disminuyen las defensas”, esto conlleva como contrapartida un mayor riesgo de infecciones y con el tiempo, aparición de neoplasias.
El periodo más crítico es el primer mes, con una mortalidad del 15% por fallo primario del injerto. Pasado este periodo hasta el primer año, los principales problemas son el rechazo agudo y las infecciones. Después del primer año, las neoplasias y la enfermedad vascular del injerto (se estrechan las arterias coronarias) son las principales causas de muerte.
Pese a todos estos problemas, más del 50% de los pacientes superan los 10 años tras el trasplante y más del 25% llevan ya más de 20 años trasplantados.
Dra. Margarita Regueiro Abel
Unidad de Insuficiencia Cardiaca Avanzada
Servicio de Cardiología
Hospital Universitario Lucus Augusti