El infarto de miocardio es el cuadro producido por la muerte de una región del músculo cardíaco como consecuencia de la obstrucción completa de una arteria coronaria. El infarto ocurre cuando un coágulo de sangre (trombosis coronaria) obstruye una arteria previamente afecta por la arterioesclerosis. Al ocurrir esta obstrucción se suprime el aporte sanguíneo a esa zona y pasado un tiempo el tejido muere irreversiblemente (este proceso se denomina necrosis). La terminología «infarto de miocardio con elevación del segmento ST» hace referencia a cambios en el electrocardiograma que obligan a una apertura urgente de la arteria.
El infarto se manifiesta por una serie de síntomas, entre los que destaca el dolor torácico. Se trata de un dolor intenso, percibido como presión en el pecho que puede extenderse a brazos y hombros (sobre todo izquierdos), espalda e incluso mandíbula. El dolor es similar al de la angina de pecho pero dura más de 20 minutos y no responde a nitroglicerina sublingual. Otros síntomas son la dificultad para respirar, sudoración, nauseas, palpitaciones o sincope.
En cuanto al diagnóstico es fundamental el electrocardiograma, que debe ser realizado lo antes posible e idealmente en menos de 10 minutos desde el contacto del paciente con el sistema sanitario. Es una representación gráfica de las fuerzas eléctricas del corazón, que en el infarto estan alteradas. Esta prueba define el infarto «con elevación del segmento ST», es decir, aquel que se beneficia de una apertura urgente de la arteria obstruída. El paciente debe, además, permanecer controlado con un monitor de electrocardiograma.
Otro dato importante se obteniene de la analítica, se trata del aumento de los niveles plasmáticos de unas proteínas liberadas a la sangre como consecuencia de la necrosis, las denominadas «enzimas cardiacas». En la analítica tambien se valoran otros parámetros, como el nivel de colesterol, glucosa (la diabetes aumenta el riesgo de infarto), función renal, etc.
Una prueba fundamental es el ecocardiograma, que consiste en visualizar con ultasonidos la estructura y función cardiaca. Esta prueba debe ser realizada por el cardiólogo de forma urgente par valorar la extensión del infarto, la contractilidad cardiaca y la presencia de determinadas complicaciones.
En cuanto al tratamiento, una vez confirmado el infarto con elevación del segmento ST se debe realizar terapia de reperfusión (disolución del coágulo y apertura la arteria) de modo urgente. La precocidad en instaurar esta terapia es clave, porque cuanto más tiempo está la arteria ocluída mayor es la zona de miocardio necrosada. Hay dos opciones de terapia de reperfusión: la trombolisis y la angioplastia.
Los fármacos trombolíticos son agentes intravenosos que disuelven el coágulo. Para que sean eficaces deben administrarse en las 2-3 primeras horas desde el inicio de los síntomas y hay determinadas situaciones que favorecen el sangrado en las que no se recomiendan. Los pacientes sometidos a esta terapia deben recibir un cateterismo en las primeras 24 horas.
La angioplastia es el tratamiento de elección, siempre que el traslado al Laboratorio de Hemodinámica se pueda garantizar en menos de 120 minutos desde el contacto con el sistema sanitario. Esta técnica consiste en introducir un catéter a través de una arteria (habitualmente la arteria radial) hasta el origen de las arterias coronarias. Por el catéter se inyecta un contraste que permite determinar la localización y grado de obstrucción de la lesión. Posteriormente se realiza la angioplastia con balón del segmento trombosado. A través de la dilatación de un balón situado en el extremo del catéter se abre la arteria y, en ocasiones, puede ser necesario extraer trombo. Finalmente, en esa zona, se implanta un stent (dispositivo intravascular que mantiene la arteria abierta).
Dr. Ramón Ríos Vázquez
Unidad de Hospitalización y Cuidados Intermedios Cardiológicos
Servicio de Cardiología
Hospital Universitario Lucus Augusti.