En enfermedades como la fibrilación auricular o la embolia pulmonar uno de los tratamientos esenciales es la anticoagulación. Tradicionalmente en estos pacientes el tratamiento que empleamos es el acenocumarol o Sintrom®, y en menos casos warfarina (Aldocumar®), dichos fármacos pertenecen al grupo de los antagonistas de la vitamina K y han estado con nosotros desde hace décadas como la única opción disponible para la terapia anticoagulante oral.
Previamente a la llegada de los nuevos anticoagulantes en pacientes con alguna contraindicación o riesgo especial asociado al uso de los antagonistas de la vitamina K, la alternativa había sido el tratamiento con antiagregantes plaquetarios como la popular aspirina infantil, que se sabe son de menor eficacia. El uso de los anticoagulantes clásicos como el Sintrom® requiere monitorización mediante analítica para evaluar los niveles de INR. Éste y otros factores, tales como el riesgo potencial elevado (a veces sobrepercibido) de interacciones tanto con fármacos como con algunos alimentos así como la aparición en ocasiones de hemorragias graves, han llevado tradicionalmente a un uso menor del esperado para los antagonistas de la vitamina K especialmente en los pacientes con fibrilación auricular, si bien el número de pacientes tratados ha ido creciendo considerablemente en buena parte debido al acercamiento de su control a los centros de salud, hecho éste que probablemente haya facilitado su empleo.
En los últimos años se han desarrollado nuevos medicamentos anticoagulantes, tales como el inhibidor directo de la trombina dabigatrán etexilato (Pradaxa®), y los inhibidores directos del factor X activado rivaroxabán (Xarelto®) y apixabán (Eliquis®), que han demostrado un beneficio-riesgo favorable en diversas condiciones clínicas en las que está indicada la anticoagulación. La utilización de estos nuevos anticoagulantes orales se asocia con beneficios e inconvenientes respecto del uso de los clásicos anticoagulantes, y es motivo de amplia discusión por parte de las agencias reguladoras de medicamentos dependientes de los gobiernos, cosa que ocurre con cualquier fármaco que se comercializa en sus primeros años de uso.
El hecho de que estos nuevos medicamentos no precisen monitorización supone ventajas en forma de comodidad para los pacientes que ya no necesitan controles de INR de forma periódica pero también ciertos inconvenientes, como la imposibilidad de medir el nivel de anticoagulación, que indirectamente nos ayudaba a determinar la buena adherencia al tratamiento, ya que es sabido que en los tratamientos crónicos los paciente tienden a abandonarlos en más del 50% de los casos, y los pacientes sabían que el análisis que se hacían rutinariamente detectaba dichos abandonos.
Los nuevos anticoagulantes deben utilizarse con precaución requiriendo ajuste de su dosis o incluso pueden estar contraindicados en algunas situaciones (como patología hepática o renal significativa), ya que la información disponible en estas situaciones es más escasa que en el caso de los antagonistas de la vitamina K, lo que obligará a monitorizar de forma ocasional ciertos parámetros de función renal y hepática durante su uso.
En el momento actual puede pasar que su médico si está tomando Sintrom® le proponga pasar a tomar uno de estos nuevos anticoagulantes, y esto puede ocurrir cuando en muchas ocasiones sus controles de INR sean inadecuados, tanto por valores bajos que le someten a un riesgo importante de presentar una embolia cerebral como por valores altos que le pueden exponer al riesgo de una hemorragia o sangrado importante. Si es así, confíe en su médico ya que probablemente le esté ofreciendo una alternativa eficaz que antes no estaba disponible.
Dr. Rafael Vidal Pérez
Servicio de Cardiología
Hospital Universitario Lucus Augusti.